sábado, 16 de junio de 2007

¡Felicidades papás!

Muchos saben que no soy una persona adepta a las fechas festivas, especialmente con todo el marketinerío consumista que existe en estos días, pero el día del padre nunca pasa como así nomás para mi. Y es que siempre resulta un momento agridulce, por razones que no voy a mencionar porque ya lo hice en más de una oportunidad, aunque en estos últimos años son mucho más agradables que antes.
Así que sólo aprovecho este rinconcito para saludar a todos los que somos padres (biológicos o no) y desearles que la pasen lindo, con o sin regalos, si total, ¿qué se puede pedir que sea equiparable a la dicha de ser padre?
Les dejo este pequeño texto que ya conocía de hace mucho (seguro que ustedes también) pero me emocionó bastante el viernes cuando lo leyeron en el jardín de Ezequiel.

Papa, ¿cuánto ganas por hora?

Papi ¿cuánto ganas por hora? Con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su padre al término de su trabajo.

El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso:

-Mira hijo, esos informes ni tu madre los conoce. No me molestes estoy cansado.

-Pero Papá -insistía el pequeño- dime por favor cuánto ganas por hora.

La reacción fue menos severa, el padre sólo contestó:

-Diez pesos por hora.

-Papi, ¿Me podrías prestar cinco pesos? -preguntó el pequeño.

El padre muy enojado y tratando con brusquedad al hijo, le dijo:

-Así que esa es la razón de saber cuánto gano. Vete a dormir y no me molestes, ¡muchacho aprovechado!

-Había caído la noche. El padre había meditado sobre lo sucedido y se sentía culpable: ¡tal vez su hijo necesitaba algo!

-En fin, como quería descargar su conciencia dolida, se asomó al cuarto del niño. Con voz baja preguntó:

-¿Duermes Hijo?

-Dime papá -respondió el niño.

-Aquí tienes el dinero que me pediste -respondió el padre.

-Gracias papá -contestó el pequeño y metiendo su manita bajo su almohada, sacó unos billetes y dijo:

Ahora ya completé, papi, ¡Tengo diez pesos! ¿Me podrías vender una hora de tu tiempo?

viernes, 8 de junio de 2007

Esclavos cómodos

Hace un par de años escribí en un blog anterior algo así como qué era lo que motivaba a las personas en su peregrinar diario, y había propuesto un par de teorías. Una de ellas decía que todo lo que hacemos es por egoismo, otra que el fín último de nuestras acciones es evitar el aburrimiento, y alguien en los comentarios sugirió que todo lo que hacemos es para lograr alguna victoria sexual (ya se imaginarán quien fue).
Viendo en perspectiva lo comentado allá por el 2005 me vuelvo a preguntar por qué será que muchos nos afanamos en trabajar durante muchísimas horas y buscamos desesperadamente alcanzar ciertos niveles de ingresos o aspiramos a una vida "mejor" a la que nos toca en suerte.
Como no podía ser de otra manera, tengo otra explicación para sumar a las anteriores: la gente trabaja sin descanso para poder descansar sin trabajar. Aunque parece un juego de palabras (en realidad lo es) lo que quiero decir es que todos los que nos mantenemos ocupadísimos durante toda la semana y llegamos al viernes agotados lo hacemos no porque nos guste la tortura de los horarios, las corridas, los jefes, etc. Ni siquiera porque nos interese el dinero...la verdad que sí, por lo menos a mi me interesa que me paguen y cuanto más cobre mejor, pero no por lo que significa la plata en si misma, sino por lo que uno puede llegar a lograr con ella (fruto del trabajo, claro): la posibilidad de descansar, de estar cómodos, con menos preocupaciones.
Un ejemplo de ello son aquellos que se matan haciendo horas extras para luego tener días de franco, o sea, trabajan más hoy para descansar más mañana.
Otro: si hay trabajo seguro que hay comida, pero si hay más trabajo hay menos tiempo, pero más dinero, por lo que uno puede ir a la rotisería, lo cual es más cómodo (y caro) que cocinar. Ahora si uno no dispone de casi nada de tiempo y necesita hacer algo mientras otros se ocupan de la comida seguramente llamará al delivery, que es más caro aún que buscar en el negocio por cuenta propia. Algunos lo hacemos no por falta de tiempo, sino por ahorrar trabajo de tener que salir, para el ejemplo es indistinto, el punto es que la comodidad manda.
O sea, somos esclavos no del trabajo ni del dinero, sino de la comodidad. Somos unos bichos raros que se toman mucho trabajo para no tener que trabajar, al menos los que no nacimos en cuna de oro.